Estar en el aula de clases es más que eso, es toda una experiencia. Sin duda, nada cambia más la percepción que una buena clase, donde todo ocurra y los conocimientos sean compartidos. La emoción que despertamos en cada alumno es lo que lo mantiene atento y queriendo más, buscando y aprendiendo porque la investigación nunca acaba. Una buena clase asegura que estemos haciendo del día a día de nuestros alumnos una vivencia completamente distinta:

Estas son las 10 características de una buena clase:

No decimos que esto sea consecuencia de un buen clima de aula, pero sí es crucial si hablamos de aprendizaje y, además, el papel de la curiosidad está infravalorado: aunque se ha estudiado, no lo hemos tratado con la suficiente y necesaria profundidad, ni lo apreciamos debidamente entre nuestras/os alumnas/os. Si una unidad temática provoca poca curiosidad, si las tareas no la generan, mal asunto... Muchos profesores y muchas profesoras obligan al alumnado a preguntar cosas, sobre todo al principio de las unidades didácticas y al final de las clases: no se trata de esto, en absoluto. Esta táctica no da resultado, es en vano y desalienta a ambas partes. Hay que enseñar a los niños y las niñas a hacer buenas preguntas.

Porque, sí, las preguntas son más importantes que las respuestas: las buenas preguntas conducen al aprendizaje. Tienen valor en sí mismas (lo cual no significa que las buenas respuestas no lo tengan, pero una buena pregunta revela indagación y, a menudo, una respuesta implícita y un proceso constructivo para hallar la incógnita). Es más: es muy recomendable que "premies" ese tipo de acontecimientos y los tengas en cuenta a la hora de poner la (muy sobrevalorada) calificación.

Ideas para lecciones, para lecturas, para las pruebas objetivas, para los proyectos, para los trabajos... La fibra del aprendizaje del alumnado tiene que surgir desde muchas fuentes. Si todo viene de tí, mal: estás ayudando a matar la curiosidad, dándolo todo hecho. La comunidad educativa, los/as expertos/as (fuera del ámbito educativo; por ejemplo, físicos/as, lingüistas,etc) o el propio alumnado son muy buenas fuentes: un gran cambio en la credibilidad de los contenidos y habilidades impartidos en el aula.

Investigación, ABP (Aprendizaje Basado en Proyectos), estudio de casos, eLearning, flipping classroom... Las posibilidades son infinitas.Ningún método satisface a todos/as los/as alumnos/as: hay que variar y adaptarse a la diversidad del aula. Esa diversidad, además, incide en tus capacidades y habilidades docentes.

No tiene sentido que el aprendizaje ocurrido en el aula no trascienda al "mundo", y que el "mundo" no llegue al aula. Hay que combinar todo: entorno digital y entorno físico, libros, murales, TIC, trabajos manuales... Todo en uno.

Esta personalización es, posiblemente, el futuro. Por ahora, la responsabilidad de la y el estudiante sobre su propio aprendizaje, sobre su "enrutamiento", es limitada y parece caer sobre los/as docentes. Esto hace de la planificación individualizada un desafío; las guías a tomar para hacerlo "a medida" deberían reunir diferentes tipos de criterios: no sólo los resultados académicos o el nivel de competencia lingüística, por ejemplo, sino también las preferencias de trabajo, disposición hacia diferentes contenidos, intereses, etc.

La evaluación es un intento de saber lo que alguien "entiende". Lo más frecuente es separar a "buenos/as alumnos/as" de "malos/as alumnos/as" en función de calificaciones. Para empezar, podríamos dudar de lo adecuado de los métodos de evaluación utilizados, del análisis del aprendizaje... pero lo central es que la evaluación debe ayudarles a mejorar: de ahí la importancia de la retroalimentación.

Las/os alumnas/os no deberían tener que adivinar qué significa para nosotros/as el "éxito". Tampoco debería ponderarse totalmente sobre la participación, los resultados de las pruebas objetivas y los factores individuales de predisposición, actitud y comportamiento. ¿Tienes un marco coherente para definir el éxito? Hazlo y comunícalo a tus alumnos y alumnas.

Curiosidad, persistencia, flexibilidad, creatividad, colaboración, retroalimentación, fijar prioridades, fijar metas... Lo que a menudo aprendemos sobre todo aquello que nos rodea es menos didáctico y más observacional, más indirecto.

Revisamos los conocimientos y pensamientos "antiguos" de nuestro alumnado y los propios, reflejamos los viejos eerrores, abordamos de nuevo las ideas complejas, repensamos las ideas clave desde diferentes ángulos y contrastamos los conceptos divergentes.Viajamos, ascendemos y descendemos dentro de la Taxonomía Bloom para maximizarlas oportunidades del estudiante de comprender, aprender y demostrar.

artículo con información de www.escuela20.com